lunes, 13 de diciembre de 2010

China

Caminar por la Gran Muralla China. Sólo caminar por caminar. Pero ¿qué más se puede pedir? Tiempo en suelo milenario. Y sentirte afortunado por estar tan lejos, en todos los sentidos, de la cotidianidad.
Sí, otro post de viajes… esta vez: China.
El viaje empezó en Pekín o Beijing (como guste ;D) y como ya es costumbre en estos post sólo hablaré de tres chorraditas. Podrían ser otras, como la Gran Muralla China o la Ciudad Prohibida (que espero, y deseo, volver a visitar). Pero serán las siguientes:
En el parque de Tiantan Gongyuan, al sur de Pekín, se encuentra el maravilloso Templo del Cielo. Precioso, azul (y esto es importante XDDD), se alza sobre tres niveles redondos de mármol blanco el pabellón de la oración por la buena cosecha. Envuelto por el simbolismo y la belleza es el edificio que más recuerdo de mi viaje a China. Es un bello recuerdo. 


También me acuerdo de la comida XDDD Cuando viajas, lejos, y encuentras una comida o un restaurante que te gusta (por lo menos para mí) es un incordio saber que no volverás a repetir ese sabor en mucho tiempo. Eso me sucede con un guiso de tortuga que me gustó mucho T-T no así el pinchito de escorpiones XDDD y no penséis que estaba malo… ni bueno. La verdad es que estaba frito con tanto aceite, y tan reutilizado, que sólo degusté el sabor del aceite XDDD pero queda como experiencia (ya puedo ir a fear factor XDDD). Y si alguno se preguntaba si la comida del chino de la esquina se parece a la de China… pues lo normal es que no. Y digo lo normal pq siempre puedes encontrar restaurantes chinos para chinos (es fácil reconocerlos, la carta está en chino y todas las mesas, menos la tuya y con suerte otra, están ocupadas por chinos ;D). Yo tengo la suerte de conocer dos de esos restaurantes n_n En uno de ellos triunfan las lenguas de pato (evidentemente son súper pequeñas y te comes puñados de ellas XDDD), y en el otro, los fideos y otro plato… que creo son intestinos fritos (suena feo pero están de vicio).
La segunda parada de mi viaje me llevó hasta Xi’an. Los guerreros de terracota O.O es otra de aquellas experiencias que no se olvida. Un apunte curioso (podría hablaros del realismo con que cada soldado fue esculpido o la fuerza que transmiten como ejército inerte, pero por desgracia no es lo mismo que te lo cuenten que verlo), así que prefiero el apunte chorra XDDD en una de las tiendas de recuerdos había un anciano que firmaba ejemplares de un libro sobre los soldados de terracota. Dicho anciano fue, si no recuerdo mal, uno de los campesinos que descubrió (accidentalmente) uno de los fosos donde descansaban ajenos al tiempo los guerreros de terracota (mira que bonico me ha quedado XDDD). Por supuesto compré el libro y firmado está n_n


Y ya para terminar: Shanghai. Es un buen final n_n Un paseo en barquito (el que tenga más luces de neón y sea más hortera XDDD) para disfrutar del skyline nocturno (más lucecitas *-*) de los rascacielos en el distrito de Pudong. Con la Perla Oriental y el Shanghai World Financial Center (un pedazo rascacielos). Y luego cenar en el barrio francés… que mola n_n allí comí buena carne (el diamond OoO) con salsa y puré de patata… que diréis ¿eso no suena a comida china? Pues claro que no, ya he dicho que estaba en el barrio francés XDDD


Y no os olvidéis de visitar la casa de té y el jardín de Yuyuan (en la foto la casa de té está justo a mi espalda… o sea, no se ve XDDD pero por Internet hay muchas más fotos ;D)
   
   

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Meme navideño y "A media luz" (relato)

De meme en meme y tiro pq me toca n_n
Iba a colgar la continuación del relato, que ya tocaba -_-U (he estado muu ocupado, entre actos “sociales” –las horas en que publico lo demuestran XDDD- y el master), cuando me he pasado por el blog de tita Helen y he visto este navideño meme. Así que preparaos para una entrada larga. Primero el meme, y si os quedan fuerzas la continuación del relato.

El meme navideño:
1. ¿Qué es lo que más te gusta de la Navidad?
Pues casi todo. Me encanta la Navidad. El belén (el portal que utilizo lo he hecho yo, colgaré fotos n_n), las comidas familiares, los regalos (tanto recibirlos ;p como hacerlos), los días festivos (tienen un algo especial, como más tranquilos), las tiendecitas que montan cerca de la catedral y en el parque. También me gusta el ponche y el frío. El espíritu navideño que hace que todo el mundo sea un poquito más cariñoso (aunque sólo sea por unos días). Poder decir Feliz Navidad. Enviar tropocientos mil sms en fin de año. El amigo invisible. Las tardes en casa. Las tardes en casa de los amigos. Las luces en las calles.
Las tradiciones chorras. Como seguir escondiendo los regalos la noche de Reyes para al día siguiente tener que buscarlos.
Vamos que las Navidades son mis fiestas favoritas.
2.- ¿Qué es lo que no te gusta de la Navidad?
Que dura muu poco ò_ó
3.- ¿Qué regalo (material) te gustaría recibir esta Navidad?
No quiero nada en concreto -_-U quizás algún juego de mesa friki.
4.- ¿Qué regalo (material) te resultaría incomodo recibir en Navidad?
Pues partiendo de la base que si alguien me hace un regalo espero que sea con buena fe, no se me ocurre nada. Me suele gustar todo (soy muu simplón).
5.- ¿Cuantos kilos crees que subirás luego de la cena de Navidad?
Bastantes. No suelo pesarme hasta que me miro al espejo y considero que vuelvo a estar como antes de las Navidades… así me ahorro preocupaciones.
6.- Si te regalaran un viaje con todo pagado para ti y tu pareja ¿que lugar del mundo escogerías y por que?
Difícil… me gusta viajar.
París sería mi elección rápida. Me gusta mucho, es romántica y tiene muchos lugares en los que perderse. Pero si lo pensase un poquito escogería otros destinos más lejanos (por el precio XDDD a París llego en un plis), seguramente Japón o Nueva York. Ambos destinos me gustan. Por motivos muu diferentes, Japón es… Japón es mejor. Tiene Miyajima y con sólo eso ya gana. Nueva York tiene el Metropolitan y calles donde gastar y gastar (han dicho todo incluido XDDD).
7.- ¿Cual es tu canción favorita de Navidad?
Silbo villancicos, incluso cuando no es Navidad. Pero no se los nombres -_-U

Y ahora el relato.
Como siempre, un par de apuntes:
1) Esto sigue de esto.
2) El clásico… En capítulos anteriores: Una vampiresa (cuyo nombre desconocemos) se zampa a una joven ucraniana. Muy lejos, en New York, un gigoló/pintor (curiosamente tb desconocemos su nombre) es “traicionado” por una “amiga” y decide que, importándole un huevo lo que le digan, acudirá a una fiesta a la que no ha sido invitado. Al día siguiente, Lara acude en el lugar de su amiga Sam a la buhardilla del pintor/gigoló para posar (si es que… n_n). Total, que chico conoce chica.
Llega la noche del veintiuno. Nos presentan a un nuevo y misterioso personaje, el sr. Thomas Fulton. El enigmático anciano se carga a un profe en Roma y habla de un cuadro. En la fiesta de navidad del veintiuno, Evelyn descubre al pintor entre la peña… se cabrea y va en su búsqueda.
Mini discusión atajada por el sr. Fulton. El anciano sorprende al pintor al decir: “Pinta paisajes nevados de lugares que nunca ha visitado… y siente añoranza.
>>¿Nunca se ha preguntado el porqué?”
La trama continua y tachan tachan... no revelo nada, mejor lo leéis n_n
3) Espero que os guste, tengo ganas de seguir avanzando n_n Llegan momentos importantes.

“A media luz”

Thomas Fulton se quedó de pie con el abrigo puesto. El pintor cerró tras de sí la puerta y estudió al anciano intentando encajar las piezas de aquel extraño rompecabezas.
-Una buhardilla muy acogedora –comentó el sr. Fulton con indiferencia.
-¿Quién es su mandante?
-Que directo. Ni un “quiere beber algo” o “tome asiento”. Pero entienda que todo llega a su debido momento.
-Dígame su nombre.
-Princesa Nadezhda.
>>¿Le sirve de algo? O repetirá “princesa” con sorna.
-No quiero más jueguecitos sr. Fulton. Parece saber mucho de mí. ¿Por qué?
-Es parte de mi trabajo.
>>Usted cala a los mentirosos con la misma facilidad que yo a los inocentes. Y ese mismo instinto le dice que no miento. Que puedo ayudarlo a entender quién es usted.
-Sabe qué pienso, que empiezo a estar hasta las narices de tanto misterio.
Alguien llamó a la puerta con tres golpes secos.
-Abra, abra –dijo el anciano al tiempo que entrecerraba los ojos y movía con estudiada afectación la mano derecha a modo de disculpa.
El pintor giró el pomo dorado y abrió la puerta a un joven taciturno vestido con traje gris, camisa blanca y corbata negra.
-No –dijo el joven-. Piensa en ella.
-¿En Evelyn? –preguntó el sr. Fulton a su espalda.
-No –volvió a negar el joven-. En Lara.
-He de imaginar que se conocen. ¿Verdad? –masculló el pintor.
-Ciertamente –afirmó el sr. Fulton-. Le presento al maestro Muhtadi.
El joven entró hasta situarse cerca de la ventana. Posó su mano en el marco de madera y miró a los ojos del pintor.
El maestro Muhtadi no aparentaba más de veinte años. Parecía extraño que nadie pudiese llamar maestro a alguien tan joven, y mucho menos un anciano. Su rostro era serio, casi agrio, y su piel oscura y tersa. El cabello azabache enmarcaba un rostro de simétrica belleza y sus enormes ojos negros eran impertinentes en su mirada.
-El maestro Muhtadi, señor de los muertos y luz de los secretos, es mejor orador que yo. Sus poderes infinitos le convencerán más allá de lo que mis mentiras podrían hacerlo.
-Esto raya el surrealismo –se quejó el pintor sin dar crédito a lo que estaba escuchando-. Hablan de gente que conozco en un intento, creo, de intimidación. Pero les advierto desde ya que no deberían jugar conmigo. Así que sr. Fulton y usted… maestro de los muertos, ya se pueden ir largando. Y si vuelvo a verlos, no seré tan educado.
-La juventud es temeraria –musitó el maestro Muhtadi-. ¿Qué puede hacerme?
Un inusitado sentimiento de ira creció rápidamente en el pintor como si aquella bravuconada, que en condiciones normales no hubiese significado nada, fuese la peor de las afrentas. Un impulso lleno de odio que exacerbaba su indignación. Tres palabras que se repetían apresuradas en su mente, “¿qué puede hacerme?”, pronunciadas con prepotencia, soberbia y altivez. Pero no era una simple chulería. El pintor había vivido lo suficiente para hacer oídos sordos a las fanfarronerías. Sin embargo, sólo podía pensar en saltar sobre Muhtadi para golpearlo una y otra vez. Pero eso no le parecía suficiente. Verlo frente a él, sosteniéndole la mirada, le exigía más. Quería matarlo.
-¿Qué puede hacerme? –repitió el maestro Muhtadi.
El pintor gritó lleno de furia. Con la mente obnubilada por la ira se giró derribando de un manotazo un jarrón lleno de pinceles de una mesita auxiliar y, tambaleándose como si hubiese perdido la razón, se dirigió hacia el armario al que le faltaba una de las puertas. No Pudo ver la tranquilidad con que Thomas Fulton observaba la escena, ni escuchar como el maestro Muhtadi repetía una vez más las tres palabras, está vez susurrándolas “¿qué puede hacerme?”. Ni tan siquiera podía sentir la ofuscación de sus actos desquiciados.
Buscó entre la ropa de verano, en uno de los cajones del armario, un arma. Un revolver.
Se giró y caminó lleno de ira hasta un metro del maestro Muhtadi. Alzó el brazo y lo encañonó.
-¿Qué puede hacerme?
El pintor, temblando, apretó el gatillo. Sólo quedó oscuridad.
Thomas Fulton se acercó al cuerpo que yacía en el suelo. Inerte.
-¿Qué le ha pasado?
-Cada uno reacciona de un modo distinto al descubrir que puede matar.
El maestro Muhtadi miró uno de los lienzos abstractos de la buhardilla.
-Incluso pintando eso era él. Aunque no lo supiese.
-Será mejor que lo acueste.
Al abrir los ojos se encontró tumbado y dolorido por la caída. La buhardilla olía a chocolate caliente y la vieja estufa salamandra calentaba la estancia.
-Se ha despertado –dijo el sr. Fulton mientras servía una taza-. Espero que no le importe. He curioseado un poco.
>>¿Le apetece? La noche está siendo muy larga.
-No.
El pintor se levantó sintiendo una extraña sensación de vergüenza y tristeza. En la ventana donde se había apoyado Lara ahora estaba el maestro Muhtadi mirándolo con frialdad.
-Acérquese –le ordenó.
El pintor obedeció.
-Por favor -pidió el joven maestro-, discúlpeme.
-He apretado el gatillo. No lo entiendo…
-Sólo ha actuado como debía.
-Pero –casi no podía hablar-, ¿y la bala?... quiero decir, disparé.
El maestro Muhtadi se metió la mano en el bolsillo derecho del pantalón y sacó cinco balas que mostró al pintor.
-Nunca juego con la muerte. Había sacado la munición del tambor.
-Usted se coló en mi casa.
-Sí, esta noche. Poco después de que usted saliese hacia la fiesta.
El pintor se giró mareado y buscó con la mirada el diván. Con las ideas confusas se dejó caer sobre el mismo y suspiró agotado.
-Ahora soy todo oídos.
Thomas Fulton tomó asiento en una silla cercana y sopló sobre la humeante taza de chocolate. Su expresión no mostraba sentimiento alguno, como si todo aquello fuese inevitable. Frente la ventana el maestro Muhtadi abrió la mano dejando caer las balas del revolver al suelo.
-Mi nombre es Abu Hassan Muhtadi al Mansur ibn Aqil ibn Hakim ibn Zeeshan ibn Rahman ibn Omar al Iskandarí. Algunos me llaman maestro Muhtadi. Otros, Luz de los secretos o señor de los muertos. E incluso me conocen con el sobrenombre del victorioso.
>>Mi padre, como lo fue su padre y el padre de su padre y así hasta el inicio de los tiempos, era mentor de nigromantes. Los conocimientos del padre pasaron al hijo, y el hijo fue padre. Generación tras generación mi familia estudió el saber de la no vida, la adivinación y la necromancia. Soy hijo y padre, mi erudición como nigromante sólo será superada por la de mi hijo.
>>Si hoy estoy aquí es por usted. Pregunte cuanto quiera saber y responderé a cuanto pueda responder.
-Las balas… ¿Cómo sabía que dispararía?
-Su mente es joven. Débil en cierto modo. Mis palabras son conjuros. Cada fonema que pronuncio esconde la verdadera razón de mi entonación y busca un fin. En este caso, sacar su parte menos racional.
-¿Me ha hechizado? –preguntó sin pensar en la inverosimilitud de su duda.
-Los nigromantes conjuramos. Apelamos al espíritu.
-¿Por qué? ¿Por qué todo? Quiero decir, usted y el sr. Fulton qué buscan.
-La princesa Nadezhda busca a quién pintó ciertos cuadros. Usted es ese pintor.
-Pero de las pinturas que me ha enseñado el sr. Fulton no todas eran mías.
-Sí lo son, aunque no lo recuerde. Pero de eso ya hablará con la princesa.
-¿Con la princesa?
-Nos acompañará para conocer a la princesa Nadezhda.
-¿Cuándo?
-Saldremos hacia Londres en unas horas. De allí un jet privado nos llevará a Barcelona.
-¿Barcelona?
El pintor no escuchó la respuesta del maestro Muhtadi. Sin darse cuenta su mente, maltratada, había encontrado refugio en el recuerdo de Lara. Pensó en que había quedado con ella. En el tacto de su piel al besarla en la mejilla.
-No puedo –continuó-. No cogeré un avión.
-Sí lo hará. Pero me gustaría que fuese de motu proprio.

Lara, aunque había trasnochado, se despertó pronto. Tenía muchas ganas de ver al pintor. Quizás fuese una estupidez, pero algo le decía que él también. Cuando por la noche se tumbó en la cama, relajada, imaginó su rostro y rememoró las conversaciones en la buhardilla y la cafetería. Sonrió al recordar sus pies descalzos. Se recreó en el beso de despedida, jugando con la idea de más besos. Igual de tímidos… al principio.

Instintivamente llamó al timbre, que evidentemente seguía sin funcionar, así que golpeó un par de veces con los nudillos la madera. No hubo respuesta. Tras esperar un tiempo prudencial y mirar la hora en el móvil insistió una vez más con igual fortuna. Dudó, comprobó nuevamente la hora y al bajar la mirada al suelo vio la esquina de una carta sobresaliendo de la puerta. Tiró del sobre con cuidado de no romperlo y leyó su nombre en el anverso. En el interior había una llave.
Abrió la puerta con cierta timidez y asomó la cabeza.
-¿Hay alguien ahí?
La buhardilla todavía olía a chocolate desecho y aunque la estufa salamandra estaba apagada seguía notándose el calor. Pero el pintor no estaba.
En el centro de la habitación, sobre el diván y cubierto con una sábana blanca, había un lienzo. Al descubrirlo sintió un pinchazo en el corazón. Podía ver por primera vez su reflejo, más allá de la simple imagen que te puede devolver un espejo. Esa pintura era ella.
En una esquina del lienzo rezaba: “Me hubiese gustado conocerte.
Simón”.
-Y a mí también.